miércoles, 15 de noviembre de 2017

Católicos sin opción política

Desde hace ya varias décadas (muchas, desgraciadamente), los católicos vivimos a nivel político una situación de ausencia total de opciones decentes en nuestros países. 

Debido a la falta de formación política del católico actual, las filas  de creyentes se han dividido entre las opciones existentes (hablo de Colombia), sin percatarse de que todas ellas son esencialmente fruto del mismo proceso liberal que heredamos de las revoluciones del siglo XVIII.

Lo que decimos es, en resumen, que el liberalismo del siglo XVIII, que hizo eclosión en la Revolución Francesa, dio como fruto, andando el tiempo, a eso que hoy llaman derechas, izquierdas o centros; con sus respectivos extremos. Y los católicos se han decantado por alguna de esas opciones por la sencilla razón de que no hay más.

Desde algunos sectores de las derechas se acusa a ciertos sectores del 'catolicismo' de favorecer posturas de izquierda (hoy papa incluido). Al tiempo que desde ciertos sectores de la izquierda se acusa a algunos sectores del 'catolicismo' de favorecer posturas de la derecha. A su vez los católicos que se ubican en un pretendido 'centro', acusan a los demás de extremistas irracionales. Todo una ensalada 'política'.

Pero para tener las ideas claras digamos que las revoluciones del siglo XVIII instalaron el liberalismo en la mayor parte de las sociedades occidentales, el cual liberalismo, teológicamente considerado, es la rebelión de la criatura contra el Creador, por medio de la proclamación de independencia del orden natural respecto de la ley divina. Lo anterior proclamando la autonomía absoluta de la 'libertad' humana en todos los órdenes (rol de la iglesia en la sociedad, igualdad de las 'religiones', libertad de conciencia, libertad de culto, libertad de prensa, libertad de pensamiento, etc.).

El anterior panorama de 'libertades' dio como fruto un modo de ordenación social en el cual el hombre ocupaba ahora el lugar que en el estado de cosas anterior había ocupado Dios. Si antes era la verdad divina la encargada de moldear el aspecto de la sociedad, sobre todo a través de la moral y la voz de la Iglesia Católica, ahora sería la voluntad humana, en su desnuda e ilimitada autonomía, la encargada de dar forma a la sociedad en todos sus niveles (social, político, legal, cultural, etc.).

No fue casual que también en aquella época se haya convertido a la 'democracia' moderna en la única forma posible de organización política. Y es que en efecto la esencia de la democracia es el dogma de la voluntad humana como creadora independiente de 'verdades' políticas, por mayoría simple por supuesto. Sin reconocer por encima de dicha voluntad ningún tipo de autoridad o fuente normativa ajena a la libertad humana misma.

Ahora bien, este nuevo panorama social es heredado por izquierdas, derechas y centros; quizá en diversa medida o con matices diferenciadores, pero en esencia toman ese mismo patrimonio 'liberal' y lo defienden como buenos hijos de la revolución.

El problema con esa herencia es que es radicalmente anticatólica, indudablemente. De ahí la oposición que la iglesia manifestó desde el inicio hacia dicho conjunto de 'ideas'. Y si bien los papas de los últimos decenios han aceptado dicho esquema mental, ello ha sucedido no porque esas ideas hayan dejado de ser anticatólicas, sino porque esos papas han adoptado la mentalidad liberal, ni más ni menos.

Si este es entonces el panorama, y si centros, izquierdas y derechas (con todas las diferencias que sus militantes enfatizan a nivel económico) coinciden en la defensa de dicho patrimonio liberal, ¿qué le queda al católico como opción? Esa es la pregunta importante... y triste. Evidentemente no le queda ninguna opción. Y no solo porque efectivamente no hay partidos (que de hecho es otra herencia liberal) con ideario católico, sino porque los mismos católicos, considerados individualmente, desconocen de forma abrumadora el ABC de la política católica y cada vez que se animan a fundar un partido para 'defender los buenos principios' o lo que hoy llaman 'mínimos inamovibles', no logran liberarse de la impronta liberal arriba mencionada. De hecho la defienden con el mismo ardor que lo haría el liberal más convencido.

Entonces, no hay opción, ni hay materia prima para crear una. Nada alentador el panorama.

¿Qué hacer?

Lo que se viene proponiendo desde hace tiempo es que hay que defender la opción menos mala, el mal menor. Lo que no sabemos a ciencia cierta es si esa es una opción moralmente aceptable. Quizá nos ocupemos de eso en otra ocasión si encontramos material que nos despeje la duda.

Por ahora la batalla seguirá siendo como una guerra de guerrillas, pequeñas acometidas 'culturales' y sobre todo la formación individual y familiar. 


Leonardo Rodríguez V. 


1 comentario:

Unknown dijo...

Tío Tomás. Escribo desde España.
El Tradicionalismo político representado por el Carlismo(Tradicionalismo más Legitimismo como resumen de lo que es más largo de explicar) es testimonial y sin opción ni espectativa ninguna.Los intentos de defender principios no negociables chocan con la realidad de un Sistema y sociedad, que en gran parte no entiende ni lo que se le plantea(como si escuchara un idioma desconocido).En todo Occidente hay está dificultad, mitigada en algunos paises del Este europeo,como Polonia y otros de mayoría no católica:Hungría,Eslovenia,etc, donde la Ley Natural se respeta algo más todavía.